Cuando se afirma que la
evolución es un hecho, es porque existen pruebas suficientes para defender esta
afirmación. El mayor número de pruebas nos lo proporciona la paleontología, la
morfología y la embriología, aunque también resultan útiles los datos aportados
por la fisiología, la biogeografía y -sobre todo- la genética molecular y la
bioquímica.
Todos estos datos, que a
continuación estudiaremos, avalan la existencia del hecho evolutivo, pero no
son determinantes para confirmar una teoría u otra y mucho menos tampoco para
defender actualmente una filogenia concreta: de ahí que, aunque la práctica
totalidad de la comunidad científica admite la existencia de un proceso
evolutivo, estén continuamente surgiendo nuevas teorías que corrigen o incluso
contradicen a las anteriores.
Pruebas de la evolución
Pruebas morfológicas
Se basan en el estudio comparado de
la morfología de los órganos de seres vivos actuales o de fósiles. Mediante la ANATOMIA COMPARADA se estudian las semejanzas y
diferencias entre órganos de diversas especies.
Pruebas biogeográficas
Las encontramos repartidas por todo
el planeta, y consisten en la existencia de grupos de especies más o menos
parecidas, emparentadas, que habitan lugares relacionados entre sí por su
proximidad, situación o características, por ejemplo, un conjunto de islas,
donde cada especie del grupo se ha adaptado a unas condiciones concretas. La
prueba evolutiva aparece porque todas esas especies próximas provienen de una
única especie antepasada que originó a todas las demás a medida que pequeños
grupos de individuos se adaptaban a las condiciones de un lugar concreto, que
eran diferentes a las de otros lugares. Son ejemplos característicos de
esto los pinzones de las islas Galápagos que fueron estudiados por Darwin
Pruebas paleontológicas
El nacimiento de la Paleontología
vino a apoyar las ideas evolucionistas del siglo XIX.
Se establecen similitudes con
especies actuales y se intenta determinar una historia evolutiva apoyada en
pruebas tan firmes como son los fósiles.
Así, por ejemplo, se han logrado
reconstruir historias evolutivas completas como la que condujo hasta el caballo
Pruebas embriológicas
Durante el desarrollo embrionario
es como si se reprodujese la historia evolutiva de los antepasados. Nuestro
embrión, al principio, es muy parecido al de un pez. Nuestros antepasados
remotos fueron peces.
Pruebas bioquímicas
las pruebas más recientes y las que mayores posibilidades presentan, consisten en comparar ciertas moléculas que aparecen en todos los seres vivos de tal manera que esas moléculas son tanto más parecidas cuanto menores diferencias evolutivas hay entre sus poseedores, y al revés; esto se ha hecho sobre todo con proteínas (por ejemplo proteínas de la sangre) y con ADN.
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